He conocido a muchas personas. He vivido, sufrido, reído, viajado y creo que ahora empiezo a entender de qué va el cuento.
Cuenta la historia de una hija que cuando te piensa siente siempre ganas de abrazarte. Siempre quiere volver a ti, volver a tu regazo.
Va de una madre que hace de la bondad y el sacrificio sus mayores virtudes.
De una hija que recuerda una noche que pasó llorando y con la luz del amanecer estabas tú a los pies de su cama diciéndole que no pasaba nada. Te tenías que marchar, y le dejabas una caricia. No sabías qué decir, y susurrando como si fueras a contar el mayor de los secretos le dejabas algo de dinero a escondidas, diciéndole que disfrutara de ese día y olvidara así la reprimenda que por su mala cabeza le había caído esa madrugada.
Contado de esta manera pierde. Puede parecer un acto frívolo, o de cómo una madre malcría a una hija equivocada. Pero sólo eras tú, que comprendías mejor de lo que hacías ver al resto, y que sin más grandes y elocuentes charlas aliviabas noches insomnes.
Va de una madre que siempre se ha puesto en último lugar. Primero todos los demás y si queda algo, ya si eso, a lo mejor está ella.
Ha caminado con zapatos de suela desgastada, ha hecho del silencio su mayor virtud.
Va de una hija que recuerda cómo a su madre le caían dos lágrimas por el rostro en aquel despacho de burócratas de la medicina que nada entendían de su dolor, que nada entendían de su preocupación por el puesto de trabajo ya que ellos siempre lo han tenido asegurado.
Ese día sintió rabia, una dosis de realidad le dio una cachetada que enrojeció su rostro del color de la sangre. Creció.
Va de una madre que nos ha cuidado, ha velado nuestras noches enfermas, se ha armado de paciencia soportando nuestros fracasos, compartiendo nuestros éxitos y siempre en un discreto segundo plano.
De una hija que cuando te piensa siente que rebosas ternura, que cuando ríes con ganas siempre acabas llorando y con cara de un rojo tomate a punto de salsa. Que tienes la capacidad de hablar a una velocidad nunca antes vista en cualquier otro ser humano, y normalmente nunca aciertas a la primera cuando nos llamas por nuestros nombres. Son estas pequeñas cosas las que hacen que hasta en pensamientos te quiera abrazar, aunque luego no lo haga. No sé si lo sabes, pero te vamos a necesitar siempre. Es un sentimiento tan fuerte y especial que duele.
Mami, esa hija soy yo. Esa madre eres tú.
¡Feliz día de la madre!
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